12.13.2006




ANA'S

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Soy la vieja y sabia Ané.
Soy la maldita y corajuda Anushka.
Soy la turra y tierna Annette.

Cada una se mueve desde su base. Ané digita en la hipófisis, Anushka combate desde el timo y Annette se ha ganado el punto G, por las múltiples satisfacciones que genera sin pensarlo. Precisamente.

Annette atrapa, Anushka aleja, Ané restaura. Entonces, yo, Ana, intento mi mejor posibilidad humana con todas adentro.
Nunca sé como toman las postas. Qué códigos emplea cada una para hacer callar a las otras. Cómo sostienen el delicado equilibrio de fondo ya ninguna puede quedar afuera, porque sería la perdición de todas. O sea, la mía,
Lo dice mucho mejor Estévez, el poeta cubano.

Pero en algo estamos de acuerdo todas mis Anas (seguro muchas más de las que puedo referir) es que Annette tiene que hacerse cargo de un hombre que sube el Piltri en 2 horas 40 y que, húmedo y agitado me dice Volví, cuando hace apenas unas horas, tras interesante beso, había bajado al trote tras sus amigos. Mal que nos pese a todas.

Porque es Chileno. Por mi escandalosa y manifiesta debilidad por algún que otro chileno. Y porque para ella, hablo de Annette, es un asunto simple, de rutina.
Convengamos que si la realidad le viene con basuritas, pues con una salida a fondo por la ficción despeja el asunto. Y listo. Imposible dilucidar entonces qué cosas son lo uno o lo otro.

Realidad, fantasías. ¿Acaso hay diferencias?


Admito que su descarada libertad me anima a vivir lo que resulte. Y mucho más a la vieja Ané le divierte escribirlo.




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