12.22.2006

JORGE DE ORO

.

.




.En la feria me reencuentro Jorge de Oro, un músico aquerenciado en El Bolsón que le pide prestados acordes a la memoria de un lago y te los entrega en suaves melodías.

Me acerco a su pequeño puesto como tantas turistas, y ante su actitud serena, ajena, como si en ese preciso momento estuviera escuchando el arrullo mismo del agua, me vienen de nuevo las tremendas ganas. De descubrir en este rincón de la Patagonia el frágil puente que une su talento con el arte, la clave secreta que le permite ser parte.


Recuerdo mi primera conversación con este tímido hombre de perfil bajo, hace 10 años frente a su pequeño puesto (no se necesitaba demasiado espacio para colocar unos cassettes y unos novedosos discos compactos)
Gracias Jorge–le dije emocionada por estar ante un grande. -Es un placer escuchar tus temas. Yo no compongo ni entiendo demasiado, pero me gusta tu música, la siento, me hace bien.
Yo tengo que agradecerte a vos –me contesto. Y agregó: Necesito tu sensibilidad para que mi música adquiera un sentido, seres como vos que escuchen mis temas y los disfruten. Y saber que les sirve, porque me lo dicen personalmente, es algo muy importante, muy lindo para mí. Gracias otra vez.
Será así –le contesté. Pensaré que no existen las melodías si no hay quien la sienta. Que no existen las palabras si nadie las dibuja. Ni los libros si no hay quienes los lean. O el amor, si no hay quien lo practique.

Pasaron los años y ahora frente a él -más años él, más años yo- repienso esas frases. El puesto es aún menor. A la vista sólo un disc-man y su último CD.




Me coloco los auriculares y me sucede otra vez: quedo a solas con una melodía primordial que se mete por la piel, juega entre mis huesos camino al alma y me acaricia lo profundo.

Fantástico –digo luego de sobrevolar sus temas y posarme suave frente a él.

Gracias a vos –murmura.

Jorge de Oro, mis respetos.

.

Fotografías: Patagonia.com.ar

Próximo Capítulo: JODIDOS