12.18.2006

NOCHE HOT

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Las noches de El Bolsón en baja temporada, podría decir que son... noches. Para qué explayarme en una cuestión donde ya me cayó la ficha. Las cosas son. Y punto. El resto depende de uno.
Entonces, recorro la noche de El Bolsón en la grupa de XR cuando veo un grupo de... ¿cómo denomino a chicos más o menos entre 8 y 11 años? A ver. Muchachos: les queda grande. Niños: les queda chico. ¿Jóvenes? demasiado amplio, hasta yo puedo entrar si empujo. Adolescentes: todavía no se padecen. Pre-adolescentes: horrible. ¿Pendejos? uy qué feíto.
Divinos.
¡Eso! Gracias Annette. Divinos.

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No muy tarde, pero si muy oscuro, ya los he visto jugando en una de las placitas del lugar. Una plaza bonita. Y bonita no por mérito de algún No pisar el césped, sino porque pueden andar en bicicletas, patinar, correr, pisarla. Usarla.

En un intento de espiar sus códigos, sus piruetas, sus carcajadas, paso por delante de ellos y para mi sorpresa se quedan mudos. Me doy vuelta y advierto que yo, mamá, los he dejado mudos.

Mirá vos...

Tengo un sofisticado aparatito con dos pilas que bien podrían llamarse las luces traseras de mi bici. Aunque lo uso en un bolsillo red de una pequeña mochila en mi espalda porque nomás al sacarlo del estuche se rompió el soporte (Por $ 4 no se puede exigir demasiado)

Imposible que alguien me pase por encima, salvo que haya una justa mala intención. Tiene cuatro posiciones de luz roja: luz fija, luz que titila lenta, luz que titila rápido y una alucinante posición que desplaza una lucecita a lo largo del aparatito. Advierto que la luz roja fija en mi espalda los sorprendió. ¿Ah si?

Divinos de mi corazón, prepárense porque se viene la fiesta. Qué fantástica esta fiesta.

Doy la vuelta a la manzana y bajo para cambiar la luz de posición. Ahora titila suave. Paso despacio, chiflando bajito, como si en verdad dar la vuelta a una plaza en penumbras, por calles en penumbras, fuera todo lo que me queda por disfrutar de la vida -que por cierto lo es- sobre todo si el silencio lo sostiene el asombro de unos seres divinos.

Las placitas del El Bolsón, benditas sean ya lo dije, tienen muy pocas luces. Así, mi luz roja brilla que da gusto. Y la intermitencia, los subyugó. Sorpresa general. Están absolutamente intrigados con la luz de mi espalda.

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Pues otra vuelta más larga (dejo que reorganicen su desconcierto) y paso, esta vez pedaleando rápido, muy rápido, con el titileo rápido.
Pero qué maravilla.
Ya el juego, cualquiera fuera antes que yo llegara a sus vidas, quedó a un lado. Ahora todo es esperarme. No podría asegurar que me distinguen porque llevo gorro y está oscuro.
Cielos..., de haber sabido. Me disfrazaba en cada una de las pasadas. Y la diversión sería romana. De todos modos las exclamaciones, los gritos de sorpresa, los wuauuuu que me brindan, son para celebrar.
No imaginan la gran pasada final, ¡cuando active la posición 4! Los mataré. Sé que los mataré.

A propósito me demoro más. Tengo que pensar en la puesta en escena, en el suspenso, el tema luces lo tengo resuelto. Bien. Prepárense porque ahí voy con mi exitoso e improvisado unipersonal. Hago mi entrada a toda velocidad y 2 vueltas a la placita son suficientes para la ovación final.

En verdad fue una noche diferente. La recordarán hasta que encuentren el pequeño accesorio en cualquier ferretería del pueblo.
Nunca paré a mostrárselos.

Qué va.

Vamos... hay secretos, artilugios que una mujer nunca debe revelar, sobre todo frente a un grupo de entusiasmados en la noche hot de El Bolsón.

Yo también la recordaré.
Precisamente como el día en qué perdí el inflador de la bici. ¿Cómo?
Ni idea.


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