12.23.2006



FLORES BLANCAS

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Sábado de baja temporada en El Bolsón.

Los días comienzan con fuertes heladas y luego, entre las 10 y las 11 de la mañana el sol comienza a disipar la niebla y se siente el calor. Pero todavía no son las 10, ergo hace frío. Las estructuras de hierro donde se instalarán los artesanos de la Feria comienzan a crecer alrededor de la plaza. Los arman y desarman cada vez ya que sólo trabajan 3 días a la semana.




Me acerco a un grupo de personas que congrega uno de los puestos. Una pareja baja de una camioneta cajones con verduras frescas: remolachas, lechugas, chauchas. piñones, coliflores y más.

Hay códigos. Sí señor. Se respeta el turno sin necesidad de hacer cola. Sólo se pregunta al llegar “Quién es el último”, lo registrás y ya sabés que, luego de él, seguís vos. Así de simple. Y eso me permite charlar con todos, tocar la verdura, sentir su aroma, recorrer los puestos de al lado o mirar el cerro a cuyo pie se levantó el pueblo de El Bolsón, el Piltriquitrón (2.260 mts), (en Mapuche, Colgado de las Nubes). El Piltri, para quien ya lo ha subido. En fin... cosas más interesantes que tener que mirar, en el tiempo de una fila, el trasero chato del tipo de adelante.


Al fondo Cerro Piltriquitrón


Ha no olvidar la bolsa de compras, mochila o lo que sea porque nadie te entrega bolsitas de nylon. Nadie. Ni siquiera La Anónima, el mayor supermercado de El Bolsón.Vi, en La Anónima precisamente, como un muchacho fue a un locker del supermercado y volvió con tres mochilas mientras su compañera lo esperaba en la caja. Terminaron cada uno con una mochila en la espalda y el hijito, en su carro de bebé se hizo cargo de la restante. No se los veía molestos. No es asunto de los negocios el de acarrear las compras de sus clientes. Es del cliente. A ver si está claro. Por esto no ves nylon tirado en toda la región.

Entonces... ahora en la Feria de Artesanos de la Plaza Pagano, abro mi mochila y la lleno con plantas de lechuga, zanahorias y rabanitos para la ensalada del mediodía. Papas batatas y cebollas para asar al rescoldo de unas brasas en el fogón del Hostel, por la noche. Disfruto de la verdura fresca, disfruto de ser yo quien elija qué colas quiero mirar, y comparto la medida implementada para preservar la belleza de aquello que la naturaleza nos regala.



En mi pueblo, como en tantos otros, por no tener las agallas suficientes y tomar las medidas que hay que tomar, cultivamos horribles flores de nylon a lo largo de toda la costa. Y vamos por más tierras para más almácigos de PVC.
Ni hablar de los kilos de pétalos que ofrendamos al mar.
Qué capos que somos.
Me viene la fantasía recurrente de una sociedad distinta.
¿Por qué nos repelen los basurales? Recorrerlos, puede llegar a ser una experiencia determinante. Miden mejor que costosas estadísticas los niveles de pobreza, la calidad humana de la población que los incrementa, la falta de educación. La negligencia política.


En casa tengo un cajón con lombrices californianas para todos mis deshechos orgánicos. Las lombrices lo convierten en simple trámite y sin aroma desagradable, en potente abono para la tierra de las plantas.
En algunos países ya vienen las mesadas de las cocinas con un cajón habilitado para tal fin.
Y como desafío personal, trato de no consumir alimentos que vengan en envases de plástico. O sea, como más frutas y verduras, uso menos mi heladera y los recolectores de basura tienen poco trabajo conmigo.

Tal vez el padre de mi hija tenga razón, y no sea por hippie o roñosa que aquí lo pasaré bomba, sino porque comparto con determinadas comunidades un estilo de vida diferente.

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Próximo capítulo: JORGE DE ORO