12.13.2006

MORENA

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Conversaciones
Morena y la perrra Sat




Regreso luego de horas del vuelo místico que emprendí tirada panza arriba sobre un piso de tablas, en el exterior de un Refugio de montaña a casi 2000 metros de altura, y con un gato recostado en mis costillas.

Tomo tres tazas de té. Tal vez haya sido sólo una alucinante deshidratación. El tobillo, frío otra vez, comienza a dolerme, de todos modos salgo a recorrer los alrededores.
El bosque cercano al refugio tiene unos rincones increíbles. Subo un poco la montaña y encuentro la vertiente que provee de agua, manguera de por medio, a dos tanques ubicados cerca del refugio.
En realidad el terreno es muy empinado y me duele mucho el pie. Bajo y me quedo con Nacho. Puedo ayudarle con el tema de la leña.

La perra comienza a ladrar. Si ladra, me dice Nacho, es porque sube alguien.
Fuimos con Sat, entonces, a recibir a quien sea.

Y en verdad al poco tiempo aparece un Jesucristo Super Star. Saluda a la perra como a una vieja conocida. El Jesús de la Montaña es un californiano muy alto, de ojos claros, con barbas y pelito largo rubio oscuro, sujeto en una cola. Vestido con jeans, pulóver de lana azul oscuro cuello alto. Trae una pequeña mochila. Es amigo de Nacho y vive desde hace años en El Bolsón. La chica, amiga, compañera de subida, viene más atrás, dice.

Porque se encontraron con una vaca y ella le tiene terror a las vacas y la vaca llevaba un cencerro y como Raquel corría, así se llama Raquel, la vaca fue tras Raquel. Y él, por querer alcanzar a Raquel, corría a la vaca y la vaca corría y hacía sonar su cencerro que asustaba más a Raquel. Venían por un sendero pero Raquel corría tan ligero que no se dio cuenta que ya no corría por el sendero. Saltaba entre las matas del faldeo y él no la podía alcanzar porque Raquel, estaba asustada y corría sin detenerse y cuando él al fin la alcanzó estaba perdido y Raquel muy cansada. Se cansó porque corría ligero. Y se pinchó con las ramas, por el susto a la vaca.

Raquel le tiene miedo a las vacas, redondeó.

Lo escucho atentamente. Le cuesta hablar por la risa que le viene por este asunto de Raquel y la vaca. Parece ya se ha repetido en otras oportunidades. Y siempre, Raquel se asusta con la vaca

Pregunto... ¿Y dónde está Raquel?
Viene por ahí abajo. Y me señala abajo.
Esto ha de ser así de simple, pienso.

Al cabo de media hora, llega Raquel, baja, redondita, morocha, de piel hermosa y grandes ojos negros, nariz ancha y plana, con aros en las orejas que le cuelgan en racimos de plata labrada. Tal vez, descendiente de Mapuches. Artesana. Realiza trabajos en macramé y construye atrapa sueños.
No se habla de la vaca. Le molesta una espina que tiene clavada en la cintura. No se queja de la espina. Cada tanto, en silencio, intenta quitársela. Un piercing junto al ombligo le asoma por sobre su pantalón.
Extraña pareja de amigos, él tan alto y ella tan baja. Tienen idea de pasar la noche aquí y a la mañana temprano salir para la cima del Piltri que está en 50 minutos de ascenso.
Perfecto. Ya somos 4, pienso. Y mañana puedo subir con ellos.

El Refugio es una construcción realizada con maderas, piedras, arenilla, del lugar. Uno aprecia el esfuerzo e ingenio cuando se tiene en cuenta que todo lo que se piense para el refugio tendrá que ser acarreado a pulmón, ya que los vehículos llegan sólo hasta la plataforma, una hora más abajo. No puedo dejar de pensar como llegó la pesada cocina a leña.
Es una cabaña rústica y firme. Maravillosa, con la belleza que tienen los lugares que los hombres respetan.


Tiene cuatro pequeñas mesas con bancos de madera, como una acogedora fonda que invita a la charla y a escuchar historias. Historias que, indefectiblemente, terminan enredadas con la historia de uno.
Un tambor de 200 litros funciona como salamandra en el medio del recinto. La cocina a leña está en un rincón y una barra de piedra y madera separa el ambiente.

Encuentro una pequeña repisa con folletos, libros de autores locales y una pila de cuadernos con alambres. Los cuadernos del Piltri. Arañazos en el papel de quienes suben al Cerro y se resisten a dejar el lugar.
En una mesa, un pequeño álbum de fotos. El Refugio rodeado de nieve, el Refugio rodeado de flores. El viejo refugio, antes del fuego que lo destruyera en el año 1998. El actual Refugio. La perra. Fotos. Hombres peludos. Paisajes. Fotos. Robos de instantes para demostrarle al tiempo que determinados momentos a ellos les pertenecen; que los ganaron porfiándole a las desganas. Aquí están, fijáte. Soñadores que apostaron al esfuerzo una y otra vez.
El premio es hacer posible un Refugio en la montaña, camino al cielo para quienes eligen llegar por un camino de montaña. Sin desmerecer a quienes lo alcanzan por otras vías.

Sobre el piso de madera de la planta superior se acomodan los que vienen. Como quieren, me dice Nacho. Hay colchones y mantas, ofrece. Una escalera, de simples palos te lleva al piso superior.

Afuera, las sombras ya rodean el refugio. El cielo, increíble, se cubrió de estrellas. La luna tiene un especial halo de luz blanca. No tengo sueño y no hace frío. Según escucho, estamos en mayo y es un clima excepcional. Parece que es el tiempo de las interminables lluvias.

Raquel me habla de la vaca. Muy bajito. En serio, la asustan las vacas. Parece que puede cruzarse con temibles fieras y no les teme. Pero sí le tiene miedo a las vacas.
Es una mujer suave, lenta. No se hace notar mientras prepara el mate o coloca tortas fritas a calentar sobre la cocina. Se sienta sobre una silla, increíblemente cómoda que hay casi al ras del piso con una matra como almohadón. Desde allí nos ceba mate, mimetizada con el entorno.
Ha traído arroz integral y atún para la cena, una comida típica de la gente del lugar. Y pan amasado por su amigo, agrega. Hablamos sobre el hanta virus, el fantasma que sobrevoló bastante tiempo por El Bolsón. Amigos que la padecen. Amigos que se curan. Cuestión política. Verdades y mentiras. Causas y efectos.

Nacho comenta que esa noche tiene que transvasar cerveza. ¿Y qué significa eso? –pregunto.

En la cabaña de al lado están haciendo cerveza artesanal. Nos cuenta que cada tantos días hay que sacar el líquido del tambor, pasarlo a unos baldes y retirar el sedimento del fondo y volverlo a llenar. En realidad la elaboración la hace quien esta a cargo del Refugio pero como no está, él le ayuda.
Le proponemos ayudarle nosotros a él y allí vamos todos.

Wuau... qué lugar.

Otro refugio que utilizan, por ahora, para trabajos porque la familia que lo habita bajó.
En un rincón en penumbras una sillita hamaca, pequeña, tallada a mano me conmueve. Es de Morena, la nena que vive aquí, me dice Nacho.

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Morena bebita y su sillita


No puedo dejar de imaginar a Morena en este lugar, sentada en esa silla. Sin dudas una infancia muy especial, si por ejemplo, trepada a su hamaquita puede subir y jugar a la escondida entre las nubes.

En el cielo las estrellas...” y yo levantaba bien alto el brazo,

... en el campo las espinas...” el brazo extendido hacía un semicírculo a la altura del rostro

“... y en el medio de mi pecho...” y venían los puños al pecho,

"... la República Argentina" (porque rimaba con espinas)

Pues aquí, esta niña tendría que manejarse con otros planos, y otros referentes porque el cielo lo tiene encima y las espinas están tan abajo que para qué ir a buscarlas.

¿Qué formas dibujan tus cielos, Morena?
¿Qué cucos habitan detrás de tus montañas?


Apenas iluminados por la luz de un foquito como el de mi heladera, Nacho y su amigo comienzan a trabajar en el brebaje del tambor de 250 litros.
Nos cuenta, a medida que llena los recipientes, que hace poco empezó a conocer los secretos de la cerveza artesanal. Y nos explica la razón de pasar el líquido a los baldes, qué cantidad le ponen de lúpulo, qué cantidad de levadura, qué es la levadura, qué tiempos necesita, que rinde obtienen. ¡Qué clase, Maestro!

No quiero saber que bebo cuando bebo cerveza. Qué química proceso seducida por las poderosas marcas. El perfume, en principio es muy diferente.
Y por si me quedan dudas respecto al placer de lo genuino, Nacho nos da a probar de una botella que envasaron 15 días atrás.

Y pasa lo que sé que me pasa cuando intuyo lo bueno: ya no tengo retorno. De ahí, más. Nunca, menos.

Entonces, sin culpas, abandono libros, apago voces, Aparezco y desaparezco sin anuncios. Digo no gracias para disfrutar otras gracias. No digo me gusta si no me gusta. Hago mi pan. Leo Orsai en Internet, http://orsai.es/, me empecino, quien no lo sabe, con Claudio Andrade, a pesar de Claudio Andrade. www.rionegro.com.ar. Subrayo frases de viejos libros ya subrayados. Me nutro en definitiva y en la medida de mis posibilidades, de aquello que sudaré con placer.

En la penumbra de un refugio de montaña huelo el aroma de una familia de montaña, lo hago mío por una noche, fantaseo sus sueños, juego sus rutinas, me escondo entre sus fantasmas.

Y sé que de aquí en más, en ronda de amigos, a falta de cerveza artesanal, un vino oscuro, decente, será una buena elección.

Sat ladra.

Alguien viene, afirma nuevamente Nacho, mientras lava con sumo cuidado el tambor de plástico azul a fin de llenarlo nuevamente con el líquido trasvasado.
Salgo a mirar y acompaño a los perros bajo la luz de la luna hasta el lugar donde comienza el sendero.
Sospecho que Sat les hace creer a todos que está sorda. (Como seguro terminaré haciéndolo yo para poder dormitar tranquila en un sillón junto al fuego mientras otros se calientan frente al entusiasmo de sus sueños)
La perra ladra asomada por sobre las sombras de la ladera y uno advierte que espera a alguien, aunque ese alguien no llegue.

Al cabo de cinco minutos veo un hombre, vestido de oscuro, que sube deprisa, con pasos firmes, con el pelo sujeto por una colita y que nomás a dos trancos de mi asombro, se detiene. Y sin decir agua va, me abraza.

Demonios... a este abrazo, ahora húmedo, yo lo conozco.

Annette, házte cargo.

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Agradezco fotografías Carlos Rey

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Nota:

Cuando escribía este capítulo donde menciono a Morena poco sabía de ella. Recibo un correo electrónico de un señor respondiendo a mis preguntas por Internert: ¿Qué significa ser escritor? ¿Cuándo uno es escritor? (para el día del escritor, obvio) y me dijo, entre otras cosas, que era uno de los pocos abuelos en el mundo que para ver a sus nietos tiene que escalar una montaña. ¡Pues que era el abuelo de Morena! Luego, las fotos.

Si determinados sucesos no son señales que te facilitan un camino... pues coño, ¿¡qué cosa son!?

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