12.14.2006

NIRVANA

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Nacho, un jovencísimo muchacho con rastas en la cabeza, de turno en el Piltri, me enseña algunas pautas para manejarme dentro del Refugio y regresa a cortar leña.
Luego de estirar mis piernas me acuesto sobre la cubierta de tablas de madera que rodea al refugio. No necesito hacer otra cosa. Solo deseo quedarme aquí, así, por el resto de mi vida. Bajo el sol de la tarde y sentir la paz que siento, si la paz es estar acostada sobre la cubierta de tablas de madera que rodea... etc. etc.



A mis pies hay un abismo donde casi 1.700 más abajo, en el fondo, está el pueblo de El Bolsón. Del otro lado de El Bolsón, enfrente, otra cadena montañosa. Sobre el filo del abismo, una enorme piedra con una superficie plana justa para un trasero, oficia de perfecto mirador.
Detrás de mí, la pared del Piltri, la cumbre de piedra gris oscura sin vegetación, con sectores de arenilla.
Evidentemente, hay en la montaña un visible desdén hacia todo lo que respecta a la vida, de la cual se despoja poco a poco, a medida que se eleva. Linda frase, me encantaría saber de quién. ..


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Muy cerca de donde estoy está la cabaña de Martín Rey y Leonora, concesionarios del Refugio, donde Nacho acopia leña. Más allá en el bosque, una pequeña construcción en madera: el baño: un cuartito con inodoro y ¡con agua que sale si uno aprieta un botón! Un exquisito servicio. De todos modos prefiero el bosque, con palita.

Sat, la vieja perra amarilla está en trance, mas o menos como yo, muy cerca del sendero sobre la explanada, Casi encima, tengo un porfiado gato o gata, da lo mismo, que insiste en recostarse sobre mis costillas.

El golpe del hacha es el sonido de la tarde. Cafú, el otro perro del Refugio suspira bajo la plataforma donde estoy derrumbada.
Sigo en estado vegetativo. Ya llevo 2 horas. Supongo que me ha bajado la presión en extremo. O disfruto del Nirvana en experiencia mística sin chamanes ni peyotes.


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Vista desde el Cerro Piltriquitrón



El sol seca mi ropa toda, colgada sobre la baranda de la plataforma y también el sudor de mi piel toda. Qué experiencia absolutamente extraña y placentera. Nacho viene a decirme que si quiero té, adentro hay.
Imagino que debe estar preocupado: Si esta mina fundió biela, primero tengo que vestirla y luego cargarla por horas hasta abajo. Nada sencillo lo uno ni lo otro.

Pienso en el grupo que se fue a hace unas horas. ¿Bajará levitando la diminuta japonesa o irá haciendo giros de Ninja de rama en rama?
Son todos muy jóvenes. Digamos ninguno bajaba de los 30 ni subía de los 40. Venían del Sur y por lo visto les urge Bariloche.
La camioneta de trompa cuadrada que crucé abajo pertenece al líder chileno.

Mi abuela era de la Isla de Pascua, contestó cuando, así nomás, le dije que tenía cara de indio. Descendiente de indio, entonces, con cara de indio, chivita y pelo largo, negro, brillante de indio. ¿Tendrían los antiguos habitantes de las tribus de la isla de Pascua, de origen polinesio, el cuero cabelludo cayéndole a lo largo de la espalda en cascada de rulos?... ¿Eh?

Vestía, eso sí, prendas que en nada se parecen a las vestimentas étnicas de un indio, pero sí tienen que ver con la buena ropa de montaña que consigue un Guide Mountain en las capitales del mundo. A un muy buen carísimo precio, a cambio de que lleves pegadito a tu corazón las pequeñas lagartijas o bichos sean que identifican a los que eligen buena ropa de montaña. ¿Se entiende no? Publicidad. Sobre todo si las lucís, obvio, en uno de los centros mundiales de mayor afluencia turística. Por ejemplo: Torres del Paine, Chile. Todo realizado en material súper liviano, súper práctico, súper resistente. Desde el calzado, los chalecos, la bolsa de dormir, la diminuta mochila.

En perfecto inglés se comunicaba con Holanda y Kioto, que muy poco sabían del idioma de Cervantes. Un tipo con mucha energía. Energía que le salía por los poros de su piel de indio.
Se emocionó al verme llegar, confesó. Cuando nos cruzamos en la base, preguntó a sus compañeros si se detenían y me llevaban, porque suponía yo subía al Piltri. Pero nadie le contestó ya que venían charlando entre ellos. Y porque yo no le hice señas. Cuando me vio llegar, les gritó: “¡No puede ser, es la mujer que crucé abajo!” Que era increíble el trayecto que yo había hecho caminando, me supone un dinosaurio, un tremendo esfuerzo, agregó. Un dinosaurio vivo, deduzco.
Él trabaja con grupos, siguió en tono confidencial, y de veras lo mío es para destacar. Sola, trepando todas esas horas... ¡Mujer!...por un bosque donde en esta época del año no encuentras a nadie.

(No fueron tantas, qué te pasa, Chico, sólo 4 horas y media. Mantuve buen ritmo. Y conste que paré 15 minutos para hidratarme y no sé cuánto, para disfrutar el Bosque Tallado. No ilustré diciendo en tetas, porque no venía al caso y que te encontré a TI tampoco, para qué)

Y por eso sintió que tenía que abrazarme. Concluyó.
Sí que seduces lindo, Chilenito.
Pero no. No, Lindo. No es por eso. No trates de confundirme. Es porque yo pedí un abrazo.
Hice unos deberes mientras trepaba la montaña.

Y no fue tan terrible hacerme cargo. ¡Qué ba!
Apenas una discusión, sólo algunas diferencias de opinión respecto al más y menos entre unos puntos geográficos de la Patagonia. Digamos, una conocida discusión. Histórica si viene al caso.


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Próximo: MORENA