12.30.2006

TREN PATAGÓNICO




Un viaje es la posibilidad de encontrar una pieza más en el rompecabezas de mil piezas de mi vida.
Me entusiasma emprenderlo más por adivinar el dibujo del cual soy parte que, bien podría ser, para reponer las que destruí por pretender encajarlas a la fuerza.

Entonces, porqué no una escapadita en tren, en el Tren Patagónico. De este a oeste, del mar a la montaña cruza la extensa estepa de la provincia de Río Negro. En su mayor parte las vías acompañan a la Ruta 23.
En teoría son 14 horas de viaje, en la práctica... una aventura. Aventura que he realizado en otras oportunidades y no dejo de recomendar. Nomás por el disfrute de las estaciones: Aguada Cecilio, Valcheta, Ramos Mejía, Sierra Colorada, Los Menucos, Aguada de Guerra, Maquinchao, Ingeniero Jacobacci, Clemente Onelli, Comallo, Pilcaniyeu, Bariloche.

Cuando tomo una decisión y luego comienzan a sucederse hechos que están conectados entre sí, los pienso como indicios de una ruta correcta. (De ahí a que viva de la mejor manera aquello que me toca vivir... será un largo camino tras los atajos que propone la sabiduría)

A modo de ejemplo, una mujer dominicana, de piel negra, excelente masajista estará en El Bolsón en la fecha de nuestro viaje. La Negra Mary. Vive en Estados Unidos y viene sólo dos veces por año a Argentina, a El Bolsón, precisamente. Una buena señal.
Todo un referente, asegura Cecilia, mi compañera de viaje, una bella mujer que tiene manos de ángel, y el irremediable destino de ser mi hija.

Nada mejor entonces, mientras ella adiestra sus manos con la Negra Mary durante 3 intensos días, yo me dedicaré a recorrer la zona con mi Vairo XR 3800, Negro mate.
No con un negro y el mate, que pena, entiéndase bien. Aclarado, podría decir que me voy de luna de miel con mi flamante bicicleta.

No seremos unas máquinas infernales poniendo en peligro la vida de quien se nos cruce por las rutas, pero nuestro estilo, convengamos, todavía captura algunas miradas. Vaya como ilustración un viejo pañuelo anudado al cuello, justo debajo del manubrio.
¿Y cuánto cuesta el pasaje?... me pregunta chat mediante, a fin de volcar los datos en su prolija agenda. Si no está registrado allí, no se vive. Tipeo los distintos valores. Me pide un mail detallado así puede decidir con mayor tranquilidad.

Uf... Qué hija tan organizada.

Dicen que las hijas hacemos todo lo posible para no parecernos a nuestras madres. Adoptamos estilos diferentes, inventamos personajes diferentes, durante pilas de años haciendo lo contrario desde la vereda de enfrente y finalmente llega el día, posiblemente en el apogeo de nuestra estupidez, nos miramos al espejo y para nuestra sorpresa nos damos cuenta cuánto nos parecemos. Nos descubrimos repitiendo conductas, gestos, haciendo lo que habíamos jurado no hacer jamás. Patético.

En algún momento entendí que, desde la vereda de enfrente, haciendo cosas diferentes por la satisfacción de lo opuesto nomás, jamás iba a parecerme a mi misma. Y me perdería de parecerme a ella. El cielo, entonces, se despejó.

O sea, Tesoro. Haz la tuya y saca los ojos de tu madre. No digo sácale los ojos a tu madre, aunque te vengan las genuinas ganas. Rompe el círculo tramposo. Te lo dice alguien que te quiere.

Vuelvo.
(Pero, si no aprovecho una oportunidad como esta para dejárselo escrito..., ¿cuándo?)

Mientras seguimos en chat, a 180 Km de distancia, armo un mail con las distintas propuestas. Antes de despedirnos ya había enviado el correo con la información. Porque escribo rápido. Porque soy impulsiva. Porque me bebo la vida de a tragos.
Al día siguiente me pide que reserve los pasajes en Pullman, le parece lo más conveniente. Bien.
¿Por qué ésas sonrisas sospechosas cuando hablo de nuestro viaje? ¿Eh? Hummm... Algo huele feo. ¿Qué cosa es? Pues ella había reenviado aquel mail a uno y otro. Luego, ni sé como vino a parar al libro que escribe la vieja Ané.

Agacho la cabeza y lo transcribo.






Tren Patagónico

Horarios: De SAO a Bariloche:
Lunes y viernes a las 22 hs. Llega a Bariloche a las 11 de la mañana. Con los dioses y almas celestiales a nuestro favor.

De Bariloche a SAO:
Jueves y Domingos a las 17 hs. Llega a SAO 6 de la mañana. También con la ayuda de las mismas fuerzas.


Clase Turista:

Asientos de cuerina, no reclinables. Luz encendida toda la noche. Aromas a comida elaborada en las casas y empaquetada en caliente. Bullicio propio de la clase media baja. Alguna guitarreada si pinta. Niños y bebés jodiendo permanentemente hasta que el cansancio los agota.
Válida esta clase para escritores y estúpidos soñadores que deliran y las cuentan en rondas de vinos, como experiencias alucinantes, mágicas.
No válida para gente pragmática con problemas en los riñones, olfato delicado y sueño atrasado.

$ 24,50

Clase Pullman:

Asientos reclinables, aunque las cuerinas han claudicado ante algunos resortes. Se apagan las luces. Calefacción al taco que se te mete por ahí, ya que está justo debajo de los asientos. También aroma a comida de las casas empaquetada en caliente. Clase de mayor poder adquisitivo. Niños y bebés jodiendo (sic) con la misma intensidad que en clase turista. Posibilidad de mandar un Chitsssss fuerte y prolongado porque las luces están apagadas.
Un Mozo pasa preguntando si vas a utilizar el salón comedor y te anota en qué turno vas a comer, y qué, para ir preparando el plato.

$ 43.-

Clase Camarote:

Compartimientos con litera (una cama sobre la otra) Utilizados frecuentemente por clientes de la Ruta 23, y que están hartos de la misma travesía. El paisaje y la poesía patagónica ya no les dice nada. Les urge llegar lo más rápido y descansados posible.
Ideal para posibles aventuras si no te toca tu vieja o tu hija como acompañante.
Ideal también para mantener largas conversaciones cuando alguno de los dos tiene cosas para decir y sólo le interesa escucharse a sí mismo. Le da al otro la posibilidad de ronquetear a gusto. Vale un: ¿podrías hablar más bajito? Gracias. jeje
Tiene ventanillas también, para mirar la noche. Prohibidos los vientos del bajo vientre por la falta de ventilación.

$ 90.-

Salón Comedor:

Funciona en dos turnos: 21 y 22 horas. Experiencia encantadora. Carro con fiambres. Carro con postres. Todo modesto.
Mozos simpáticos. Se les puede cebar mate a la mañana temprano.
Si no se consigue nada mejor se puede convencerlos de manoseo en camarote.  Todo muy rápido porque tienen que levantarse temprano a preparar el desayuno, mas o menos enteros.

El valor es de $ 15 por cabeza, aprox. A confirmar. No incluye vino.

Ah, olvidé preguntar por el vagón cine. Suelen dar tres películas. Una para peques, dos para grandes. Buen lugar para meterse y sopapear a los niños malcriados, los mismos que te joden (sic) desde el asiento de atrás.
Ideal para apagar el calor de la calefacción del pullman que te cocina hasta los sesos. Tiene aire acondicionado. $ 5 la entrada.

En fin. Ya tenés una idea. Vos decidís.
No dudes en contactarme para mayor información.
En caso de descarrilamiento, se aconseja mantener la calma. El personal está preparado para estos eventuales. Es más, un viaje sin inconvenientes es un viaje sospechoso. Aburrido. No conviene a los fines turísticos.

Gracias por utilizar los servicios de SEFEPA.

¡RIO NEGRO PORVENIR!

Besos”

Levanto la cabeza y me hago cargo. Lo dejé tal cual.

Sólo agregaría que, en caso de descarrilamiento -y si del vagón comedor se trata-, acostados los pasajeros sobre las mesas a fin de sujetar el repiqueteo de tazas, platos y cubiertos- un mozo, el de mayor rango, elegante de negro y moñito, con las manos detrás de la espalda, anuncia: Descarrilamosss...

Doy fe.

Espero que mi tan esperada fama nada tenga que ver con un rostro que se me parece pegado en los andenes a lo largo de la Línea Sur. Menos con un aclarado VIVA O MUERTA que tanto menosprecia.


Ya en viaje, de salida nomás, cuando el tren deja atrás la Estación, consumo el poco crédito de mi telefonito porque mi compañera comenta, por comentar algo en nuestro regocijo, que su padre, mi ex único marido, le pedía cuidara la bolsa de dormir porque LA OTRA, la había perdido YO.
Recalenté las teclas peleando por algo que había sucedido 15 años atrás.


En fin... dejarla olvidada luego de un encuentro de mujeres en un edificio de La Plata, que luego demolieron..., joder, ¡no es perderla, dicho así, en el tono que lo dijo!
¿Qué tono?
Bueno che... ya está.

Obviamente contamos con niñitos en el asiento de atrás llorando, disfrutamos el comedor con los simpáticos mozos y del exquisito bife de chorizo, para recomendar. (Confieso, que es el único lugar donde lo como) Vinito, brindis. Entusiasmo.
Cine. Película que me hizo palpar con disimulo mis costillas en busca de agujeros sangrantes. ¡Hay que soportar la tremenda carambola de una tiroteada encerrada en un vagón sin ventanillas!
Qué extraño placer ir rodando hacia la noche de la Patagonia dentro del cine de un tren.

Y qué decir del vagón comedor cuando se convierte en psicodélico boliche donde estudiantes incorporan el vaivén y traqueteo del tren a los giros del cuarteto. Ya cerca de las 4 de la mañana, el ritmo es otro. Y el vaivén se convierte en una buena excusa para explorarse en el abrazo.
Un resorte empecinado con mis riñones me llevó una madrugada blanca de nieve y luna llena a este increíble vagón. El resto corrió por mi cuenta. Y conste que me sobró disfrute para ahora recordarlo.

Pero estábamos en el cine.
Nada de manoseo escondido en camarotes con nadie, por tratarse de un viaje en parentesco de primer grado. Hay códigos que uno respeta, caramba...
Dormimos toda la noche porque no íbamos en primera clase, donde célebres escritores, ya lo dije, vuelven exquisita literatura el acto mismo, por ejemplo, de mirar a una adolescente cuando mastica un gordo y espumoso chicle rosa.
No es mi caso. Su empecinado bizqueo por volverlo inmenso globo, me insufla un suspenso imposible de soportar, hasta el estallido mismo de mi paciencia sobre su cara. Acto que repite y repite de manera obsesiva mientras yo salivo mi odio. Con la complicidad de las luces encendidas, uno se mantiene despierto toda la noche.
Ah, pero en Pullman es otra cosa... Verdad. A oscuras, se potencia el estallido.
Por la mañana tomamos el soñado desayuno en el vagón comedor, donde el paisaje patagónico comparte un lugar de nuestra mesa. Y para deleite no te roba ni una sola tostada, ni se toma tu juguito de naranjas.
Y luego, de llegada, el impresionante, majestuoso, bellísimo, Nahuel Huapi.
Por cierto, un lago exagerado.

Ilustración tapa: Lorena Bustos
Dibujó Tren Patagónico: Lalo Quinteros
Próximo capítulo: Bienvenida