12.07.2006




DESCENSO




Raquel y Jesús salieron para la cumbre. ¿Dije que no pude acompañarlos por el estado de mi pie, no? Cómo lo lamento. Creo que necesita atención. De la mía sobre todo.
Chile duerme el sueño de los reventados de cansancio por ser el exclusivo protagonista en la noche de cuatro mujeres. Dejémoslo en paz.
A propósito... por ahora, Annette prófuga.
¿Por qué?... Vaya pregunta.
No es un por qué lo peor de todo, sino ella. Su Por qué. Su Qué te pasa..., cuando te hace saber, con cara de ángel que no se hará cargo de ninguna estupidez que a vos te moleste, que no hayas resuelto, porque es TU asunto.

Al meollo. Bien.


En el piso de arriba, entre las plumas de su nidito, justo al lado del bonito neceser del semental una de las maderas tiene un nudo seco. O sea, un pequeño agujerito.
Entonces...
Entonces, sería un detalle más si no fuera porque algunos de los deshechos de su fiestita cayeron al piso de abajo. Se podría decir que a dos trancos de la puerta del Refugio. Del lado de adentro.

Deshechos...
Sí, deshechos. Significa esto que cada uno de los que amanecimos ahí adentro entró y salió levantando los pies para no pisar la amorosa evidencia.

Ané... ¡qué asquerosa! !Qué horror!
¿Asquerosa?
Si la humanidad entera apelara el asco a estas evidencias sí que tendríamos un mundo mejor. Se podría aprovechar toda la fuerza que consume la culpa de no hacerlo en aprender a discernir cuando, cómo, porqué y con quién hacerlo. No me distraigas.

La sospecha estaba puesta sobre los dos buenos amigos que durmieron abajo, hasta que, levantando ellos también sus piecillos salieron rumbo a la cumbre. Ergo, un helado presentimiento me hizo mirar hacia arriba. Advierto el pequeño agujero en el techo y la línea en perfecta plomada que me reveló todo.

Oh no... Maldita que te mato.

Ané, esto no te lo creo ni yo. Con un burdo recurso -no lo calificaría jamás como literario- ponés en manifiesto tu intención de defenestrar a Annette.
No discuto mi enemistad con la tilinga ésa, sin embargo, me parece un buen recurso. Un excelente recurso, literario.
En fin, para evitar cualquier otro escandaloso... recurso, decido bajar. Regresar al pueblo.

Escribo una frase en el cuaderno de visitas del Refugio. Justo debajo del llamativo párrafo en japonés de Kioto. Más arriba una bella frase con letra firme y clara. Sí que el chileno sabe de registrar su paso por los refugios.
Me despido de Nacho, le agradezco su amabilidad. Un encanto de personita, con ese aroma a Bob Marley que dan ganas...
¡Annette!
Abrazo a Sat y Cafú y comienzo el descenso.
Un día espléndido.

Bajo afirmando el peso en los talones. No favorece a mi articulación hinchada. De todos modos desciendo en forma muy rápida. El esfuerzo es intenso pero diferente. Cruzo el Bosque Tallado, la plataforma de los parapentistas y tomo algunos atajos. Sigo hacia abajo.

El abajo, ahora, en la ladera de una montaña, es un bosque infinito que me traga en un interminable, húmedo y oscuro sorbo vegetal. Y transcurre en la prisa de un paso delante de otro, una rápida exhalación tras otra mientras mi corazón todavía aguanta.

No bajo sola. ¿Cuándo uno está solo? No lo sé. Yo creo que jamás. Conciliar a todas mis Anas para que me permitan un poco de silencio interior sería tarea titánica; integrarlas... requeriría la tarea de una convención de psicoanalistas con excelente honorarios. Además, sin ellas, el acto mismo de mi escritura no tendría sentido, devendría mortalmente aburrido.

Definitivamente creo que mis poderosas energías no son más que mis contradicciones en un fabuloso acuerdo. Si he de adjudicarme algún mérito es el de haber aprendido a escucharlas, sin pretender entenderlas.
Ni siquiera pienso si Ané algún día se pondrá a escribir algo sobre este viaje. No he tomado apuntes, no he sacado fotos, no he guardado direcciones. No puedo escribirlo en el tiempo de vivirlo. No quiero vivirlo para poder escribirlo. Sería mezquino de mi parte.

Me detengo al llegar a la ruta. Las piernas me tiemblan un poco. De un solo tirón hice el descenso. Fantástico.
Una experiencia que vale mi esfuerzo, mis ganas, mis sueños. No pido otro abrazo por las dudas. No tendría resto para hacerme cargo. Por ahora.

Y aunque no haya llegado a la cumbre para asomarme a ver qué hay del otro lado del mundo, llegar hasta donde llegué me permitió, junto a un increíble grupo de aventureros, disfrutar lo que hay más allá de mí.




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