12.25.2006



HOSTEL DULCE HOSTEL


Hace años comencé a oír hablar de los Hostels.
Los implementaron en Europa especialmente para aquellos jóvenes que, por fin, se animaban a salir con mochilas más livianas en busca de sus propias historias.
Un Hostel es un lugar que te ofrece una cama, con ropa de cama, baño con agua caliente, lockers para guardar tus pertenencias y espacios comunes para estar, desayunar, almorzar, cenar o lavar tu ropa.
El dormitorio es compartido. O sea, lo tomás sin saber quien asomará su vida cuando vos te encuentres en brazos de Morfeo. O de quién sea.
Personal del hostel se encarga de la limpieza del lugar. Corre por cuenta de quien se aloja el arreglo de su propia cama. Se comparte, generalmente la limpieza de la cocina. Para que te sientas como en casa. Si no trajiste a tu vieja, tenés que lavar vos lo que uses. Podría ser un buen cartel.
El precio por noche sin lugar a dudas es conveniente.

No se trata, acordemos, de aquella película donde éramos peludos y ampollados personajes aparecidos de la nada en lugares inhóspitos, con la espalda partida por el peso de las mochilas y carpas.Y ollas y jarros golpeteándonos el trasero. No, no. Esta es una nueva película. Diferente. Tiene una productora fuerte. Te evita en lo posible, los feítos calambres de la aventura. Es más, hasta te aconseja todo livianito. Y como si fuera poco, te lo vende. Maravilloso.





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Parque del Hostel Refugio Patagónico en diferentes horas.




Hay cadenas de Hostels en los lugares más visitados del mundo. Uno puede asociarse y pagar una tarifa durante todo el año. Eso te permite confirmar reservas en temporadas altas, descuentos en excursiones, beneficios, etc. O alojarte a medida que decidís el itinerario, siempre que haya disponibilidad, como es mi caso, que llego a un Hostel de El Bolsón, porque un amigo, en una esquina de Bariloche me tira el dato. 

Y me quedo porque está ubicado en un pedio de 5 hectáreas cubierto por las enormes hojas marrones de unos nogales. Y porque sobre ese piso húmedo, blando, esponjoso de otoño hay dos caballos alazanes pastando. Y porque, también, para ingresar hay que abrir una tranquera. (Vaya uno a saber a donde llegan las raíces de estas razones) Como sea, es mucho más de lo que esperaba. 



Cruzo la tranquera y voy hacia un hombre con cara de insecto que está junto a la construcción bajo una lluvia de chispas: Carlitos, un simpático instructor de esquí de Bariloche. Soldador por oficio, me da la bienvenida. Está abocado al armado de los cerramientos de los lockers de los dormitorios y como los encargados se han ido una semana a la montaña de vacaciones, está a cargo. Total... todo está tranquilo. No anda nadie, le dijo el dueño, otro instructor de sky.

Pasá y acomodáte. Todo bien. Elegí el cuarto que quieras. Estás casi sola, me dice. Vengo con la bici. No hay drama. Arriba tenés un lugar donde dejarla.De veras Carlitos tiene una sonrisa que uno se siente cómoda al toque. Se coloca los ojos de insecto y sigue en lo suyo. 

Acompaño a Cecilia a la casa Isis, lugar de su alojamiento, y despedimos a nuestro amigo agradecidas por habernos traído. Bay Bay ¡Gracias, Ale!







Hostel Refugio Patagónico


El Hostel funciona también como camping en verano (ubican a ¡500 personas!) Dice Carlitos que estaré sola. Buenísimo. Andar a contramano de las multitudes no es una casualidad en mi vida, podría leerse como un discreto empeño. 












La vivienda tiene una amplia planta baja donde está la sala de estar, con una estufa hogar enmarcada en troncos, estilo que predomina en los muebles del lugar. Un sillón de madera con almohadones, en gran medialuna frente a la chimenea, invita a una charla, a la lectura, a beber una copa, a dormitar junto al fuego. A mimarse. Acepto, mientras espío una pequeña biblioteca con libros. Encuentro relatos de viajes en varios idiomas de aventureros camino al sur del Sur. Mapas, guías de viajes, hasta un ¡Lolita! Donaciones u olvidos. De todos modos ¿qué más puedo pedir?




La fotografía es anterior a mi visita. No muestra el sillón en medialuna que disfruté.



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En un desnivel superior está la cocina equipada con la vajilla necesaria, separada del resto del ambiente por una barra- desayunador, con banquetas. Fantaseo con el tamaño de las dos cocinas: en esos hornos puedo hacer pancitos para toda la comunidad de El Bolsón.
¿Qué cocinan ahí? Ni siquiera sé pensarlo. También, en el ambiente hay una mesa con una computadora para prenderte a la teta de Internet. Absolutamente todo rodeado de ventanales fijos, con vista al cerro Piltriquitrón, a las chacras linderas, a los sauces que crecen a la orilla de un arroyito.
Rústicas mesas con asientos de troncos se encuentran bajo los nogales.Las bandurrias, teros y por supuesto los dos caballos que me sedujeron de entrada completan el paisaje.


Un fantástico lugar.




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Subo, recorro los dormitorios con 6 camas, en 3 cuchetas, muy amplios y me instalo en un primer piso con vista al frente.
El ventanal del dormitorio que ocupa casi toda la pared del dormitorio engaña al controvertido límite del afuera y del adentro. Perfecto. De ahí a sentirme en el medio del predio, entre las bandurrias, teros y los dos caballos del fantástico lugar, nada.
Aunque, hay que decirlo, de noche el mismo vidrio de 10 pulgadas me dejará a solas conmigo misma. Y eso no es, nada.








Próximo capítulo: HI GRINGOS