12.15.2006

PUERTO MADRÝN

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Me acerco al grupo congregado en la puerta del Refugio, acompañada por el ángel del abrazo.

Nos saludamos. Hi! beso, Hi! beso. Me dan una cordial bienvenida en 4 idiomas, porque yo no reacciono a ninguno. En realidad no tengo aire adentro para poder hablar, por la altura o por la apretada del abrazo.

Hi, digo. Y agrego: español.

¿Eres de España? Pues, Mujer, ¡Yo soy Catalán, de Barcelona!..., exclama uno de ellos.

Soy Argentina. ¿Y de qué lugar de Argentina eres? –el ángel lidera. Vivo aquí en la Patagonia, en Las Grutas. Dónde queda Las Grutas, pregunta ansioso. Del otro lado de esta misma provincia. Provincia de Río Negro. Ah... pero eres de aquí nomás, acota el catalán. ¿Y ustedes?. Where’re you from, les pregunto. Holanda. Japón, Barcelona. Y yo soy del sur del Sur de Chile. Estos son mis amigos. Soy Guía de Montaña de Torres del Paine y venimos del Chaltén.

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El Chaltén



Oh no... El ángel es un chileno del sur de Chile. ¿Acaso esto es otra maldición o un resarcimiento divino?

Nota de editora: léanse cualquiera de los Yalour de Colección anteriores.

Vamos... muéstrame dónde vives. Dibújalo aquí sobre la tierra, Chile me entrega un palito.

Entonces, apunada, bosquejo sobre la tierra un mapa, una mala síntesis de las costas de Río Negro y Chubut.
Dibujo un golfo y un punto, digo: Puerto Madryn. Hacia arriba, dibujo una península y un gran golfo con otro punto en la orilla superior: Las Grutas, señalo. Todos muy atentos.
Aquí. Aquí vivo yo, y dejo el dedo en Las Grutas. Here, I live here, para el resto.

Pero estás muy cerca de Madrýn –lo pronuncia con acento en la y. ¡Y nosotros vamos a ir a Madrýn a ver las ballenas! –dice el líder entusiasmado.
Muy cerca de Puerto Madryn, en verdad, termino. ¿A ver las ballenas?..., reacciono. No tengo nada en contra de las ballenas, aunque no estoy de acuerdo con los avistajes embarcados.
¿Y por qué?..., quiere saber el Catalán.
Porque a mi no me gusta que me molesten cuando me apareo. Menos que me saquen fotos cuando copulo.

Así de simple.
Y ante el silencio, (voy a aceptar definitivamente que suena espantoso), agrego y porque entiendo corresponde: Quizás a las ballenas lo les moleste, siregresan todos los años al mismo lugar a hacerlo, más allá de cualquier abuso turístico.
Posiblemente es así, corta el Catalán que tiene prisa. Supongo que se refiere a las ballenas y no al abuso o que habría que cortarme la lengua por blasfemar contra el Dios Turismo.

Si ustedes bajan, quién queda por aquí?–pregunto cambiando de tema.
Y ánda, vamos, dinos a cuántas millas, kilómetros tu vives de Madrýn, a qué distancia, me apura el ángel.

¿Y de dónde le viene tanto interés?

267 Km.–preciso. ¿Y los encargados del refugio dónde están?–insisto.
¿267? Pues son muchos kilómetros. Mujer, que esa distancia no es poca. Lejos de Madrýn queda La Gruta donde tu vives.
La Gruta, no. Que de virgencita milagrosa no tengo nada. Las Grutas, corrijo.
Bueno, sonríe. A muchos kilómetros de Madrýn.

Harta cansada me tienes. Y dále con Madrýn. Anushka escupe y toma la posta. Buscas gresca chileno, pues que la tendrás.
Tu, le digo mirándolo a los ojos, no sabes nada de Patagonia. 267 Km no son muchos. En Patagonia no son nada, confirmo. No es nada. Nada de nada. Nunca, sigo, 267 Km es lejos en Patagonia...



Mujer... pero...

Por lo que tú vives a lo largo, en las distancias, Tesoro –interviene Annette.

Retomo el control y Annette se aleja mutis por el foro con un voleo en el traste.

Las Grutas está muy cerca de Madrýn, Aunque a ti te parezca que no. Y lo digo usando sus acentos, sus Tú y sus Ti. Para que entienda.

El Holandés, captó sólo los referentes indicados en mi burdo mapa de campaña. Y sonríe porque yo sonrío.
El Catalán apura: Tenemos que bajar ya, ándale, que seguimos a Bariloche. Y lo dice cada vez que pasa por sobre el mapa y van 4. Saca del Refugio las pertenencias de todos, gana tiempo. Kioto está fuera del asunto. Nadie traduce porque se volvió asunto entre dos. Se balancea sentada sobre la baranda de la plataforma.

Hasta aquí sin problemas, pero decirle a un culto y por cierto soberbio hermano del país vecino, Guía de Montaña de las famosas Torres, que no sabe nada fue acertarle a los huevos, dicho con todo respeto.
Lo dejé sin aire, sin palabras. Y eso, y no siempre, significa ganar una batalla.
No tenemos tiempo para seguirla. Diplomáticamente hay que cortarla, porque a él, el grupo se le va.

Admite, mirándome pensativo por un momento, que en verdad 267 Km no es nada en la Patagonia, por lo que uno vive en las distancias, Tesoro, remarca. Y sonríe. Y me pide mi correo que anota en un papel diminuto. ¿Querrá seguirla vía electrónica? Por las dudas me equivoco en una letra.
Enseguida, me zampa un beso en la boca y sale al trote largo detrás de los otros.

Ejem...
Bay, bay chileno.